Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DE NUEVO MÉXICO



Comentario

CANTO DIEZ Y SIETE
Como salio el Sargento con la nueuas guias, que trujo Marcos Cortes, y como llegò a los llanos de Zibola, y de las muchas vacas que vio en ellos, y de la obediencia que dieron los Indios al Gouernador, y salida que hizo, para los pueblos en cuya vista determinò, que en llegando el Sargento mayor al Real, quedase gouernando, y que el Maese de Campo saliesse, para yr con el al Mar del Sur para lo qual despachò mensagero proprio, para que saliesse tras del con treynta hombres

Que quiebra puede ser en si tan grande,

Que facil no se entiende, y ponga en punto,

si es hombre de valor, y de verguença,

Aquel por quien sucede vn caso triste,

Auiendo pues el buen Cortes perdido,

El baruaro en la vela y en la fuga,

Ocupado de empacho y de verguença,

Se fue por vna senda muy hollada,

De gente natural de aquella tierra,

Y acaso derrotados del camino,

Vio solos doze baruaros desnudos,

Con impetu furioso venir ciegos,

Tras de vn valiente cierbo que venia,

Tambien de temor ciego por el puesto,

Por donde cuidadoso yua marchando,

Y luego dile le vido desembuelto,

Dio buelta al arcabuz, y alargo en trecho,

Cogiendole en el ayre lebantado,

Con la fuerça del salto poderoso,

Dio con el muerto en tierra, y con el humo,

De la encendida llaue descubierto,

Los baruaros le vieron y quedaron,

No menos muertos, que el que en tierra estaua,

Pensando que era Dios, pues con vn rayo,

De sus valientes manos despedido,

El animal ligero que seguian,

Ynopinadamente fue priuado,

De la vida y aliento que lleuaua,

Viendolos pues suspensos y parados,

Atonitos del caso nunca visto,

A todos los llamò que se llegasen,

Y ellos bien temerosos y encogidos,

Arrastrando los arcos por el suelo,

Mudos, suspensos, tristes, cabizbajos,

Por no ser sin pensar alli abrasados,

Pasmados, y temblando se acercaron,

Al puesto y estalage donde estaua,

El valiente Español con brauo imperio,

En esto quatro baruaras vinieron,

Por este mismo puesto atrauesando,

Con vna buena requa bien cargada,

De perros, que en aquestas partes vsan,

Traerlos a la carga, y trabajarlos,

Como si fueran mulas de requaje,

Y aunque pequeños, lleuan tres arrobas,

Y quatro, y andan todos lastimados,

Qual suelen nuestras bestias con la carga,

Que se les va assentando con descuido,

A estas dio Cortes el gran cierbo,

Y despues que à los baruaros hablaron,

Todas de miedo, y de temor cubiertas,

Alli se lebantaron encogidas,

Y ellos con gran respecto se vinieron,

Con el fuerte estremeño, que les dixo,

Que con el se viniessen, y assi juntos,

A todos los lleuaron à los llanos,

Donde vieron vn toro desmandado,

Con cuia vista luego los cauallos,

Bufando y resurtiendo, por mil partes,

A fuerça de la espuela y duro freno,

Hizieron los ginetes se llegasen,

Y alli todos en cosso le truxeron,

Con grande regocijo, y con espanto,

De la baruara gente que notaua,

Aquel imperio y magestad tan grande,

Con que los Españoles apremiauan,

El impetu y fiereza de animales,

Tan fuertes y animosos como aquellos,

Que cada qual regia y gouernaua,

Y por solo causarles mayor grima,

Mandò el Sargento todos sossegasen,

Y poniendose enfrente desta bestia,

Vn ligero valazo, con el fuego,

Del arcabuz ligero fue impeliendo,

Por medio de los sesos que tenia,

Con tan viua presteza que en vn punto,

Los quatro pies abiertos puso en tierra,

El vientre rebolcando y dando buelta,

Quedò sin vida, hierto, estremeciendo,

Sobre el tendido lomo sustentando,

Con esto todos juntos se metieron,

Los llanos mas a dentro, y encontraron,

Tanta suma y grandeza de ganados,

Que fue cosa espantosa imaginarlos,

Son del cuerpo que toros Castellanos,

Lanudos por extremo, corcobados,

De regalada carne y negros cuernos,

Lindissima manteca, y rico sebo,

Y como los chibatos tienen barbas,

y son á vna mano tan ligeros,

Que corren mucho mas que los venados,

Y andan en atajos tanta suma,

Que veynte y treynta mil cabeças juntas,

Se hallan ordinarias muchas vezes,

Y gozan de vnos llanos tan tendidos,

Que por seyscientas, y ochocientas leguas,

Vn sossegado mar parece todo,

Sin genero de cerro ni vallado,

Donde en manera alguna pueda el hombre,

Topar la vista acaso, o deternerla,

En tanto quanto ocupa vna naranja,

Si assi puede dezirse tal excesso,

Y es aquesto señor en tanto extremo,

Que si por triste suerte se perdiesse,

Algunos en estos llanos no seria,

Mas que si se perdiesse y se hallase,

Enmedio de la mar sin esperança,

De verse jamas libre de aquel trago,

Queriendo pues en estos grandes llanos,

El Sargento mayor coger algunas,

De aquellas vacas sueltas y traerlas,

Al pueblo de san Iuan, porque las viessen,

Mandò que vna manga se hiziesse,

De fuerte palizada prolongada,

La qual hizieron luego con presteza,

El Capitan Ruiz, y Iuan de Salas,

Iuan Lopez, Andres Perez, y Iuan Griego,

Tras destos Pedro Sanchez Damiero,

Iuan Guerra, Simon Perez, y Escalante,

Alonso Sanchez Boca Negra, y Reyes,

Y Iorge de la Vega, y Iuan de Olague,

Y el buen Christoual Lopez, Mallea,

Y luego que la manga se compuso,

Salieron para dar el auentada,

Todos los sobredichos, y con ellos,

El prouchedor, y aquellos Capitanes,

Aguilar, y Marcelo de Espinosa,

Domingo de Lizama, con Ayarde,

Christoual Sanchez, y Francisco Sanchez,

Iuan de Leon, Zapata, y Cauanillas,

Pedro Sanchez, Monrroy Villabiciosa,

Y Francisco de Olague, y los Robledos,

Iuan de Pedraça, con Manuel Francisco,

Carabajal, Carrera, y los Hinojos,

Iuan de Vitoria, Ortiz, y los Varelas,

Francisco Sanchez el Caudillo, y Sosa,

Todos en buenas yeguas voladoras,

Auentando salieron el ganado,

Y assi como la manga descubrieron,

Qual poderoso viento arrebatado,

Que remata en vn grande remolino,

Assi fue reparando y reboluiendo,

La fuerça del ganado lebantando,

Vn terremoto espeso tan cerrado,

Que si junto a vnas peñas no se halla,

La soldadesca toda guarnecida,

No quedar ninguno que hecho pieças,

Entre sus mismos pies no se quedara,

Por cuia causa luego dieron orden,

Que el ganado en paradas se matase,

Y todo assi dispuesto hizieron carne,

Para boluerse luego, y despidieron,

Con notables carizias à los doze,

Que el buen Marcos Cortes auia traido,

Dandoles muchas cuentas y abalorios,

Con que todos se fueron espantados,

De ver la fuerça y armas de Españoles,

Los quales vieron siempre en estos llanos,

Gran suma de vaqueros, que a pie matan,

Aquestas mismas vacas que dezimos,

Y deltas se sustentan y mantienen,

Toda gente robusta y de trabajo,

Desenfadada, suelta, y alentada,

Y tienen lindas tiendas por extremo,

Y lindos y luzidos pabellones,

Del cuero de las vacas, cuio adobo,

Es tan tratable y dozil que mojado,

Aqueste mismo cuero que dezimos,

Buelue despues de seco mas suabe,

Que si fuera de lienço, o fina olanda,

En este medio tiempo y coiuntura,

Estando hallà en san Iuan que no dormian,

Iuntos el General, y el Comissario,

De parte de la Iglesia sacrosanta,

Y de vuestra grandeza generosa,

Vnanimes los dos, determinaron,

Que alli los Capitanes principales,

De todas las Prouincias se juntasen,

Por cuia causa luego despacharon,

El libro de memoria, que era el sello,

Con que era el General obedezido,

De toda aquella tierra, porque en viendo,

Los baruaros el libro se rendian,

A todo lo que aquel que le lleuaua,

De parte el General les proponia,

Pues como sin tardança obedeciessen,

Sin exceder en cosa de aquel tiempo,

Que à todos les fue puesto y señalado,

Iuntos en vna plaça les propuso,

El noble General con buena gracia,

Presente el Secretario, y todo el campo,

Y el Padre Comissario, y Religiosos,

Que la causa de auerlos el llamado,

Era solo el amor que les tenia,

Y que este le oprimia, y le forçaua,

A que les enseñase vna gran cosa,

Que mucho le pasaua que tan ciegos,

En ella tantos tiempos estuuiessen,

Pues sin que la supiessen y alcançasen,

No era possible que ninguno dellos,

Después que muerto fuesse, que dexase,

De arder para siempre en los infernos,

Y que para librarlos deste fuego,

Y que gozasen de vn descanso alegre,

Era fuerça supiessen y alcançasen,

Que estaua vn gran señor allà en el Cielo,

De tan grande poder, y tanto imperio,

Que con solo querer aquello hazia,

Queriendo que se hiziesse, y que se obrase,

Y que con este mismo señorio,

Deshazia y quitaua todo aquello,

Que tenia ya hecho y lebantado,

Cuia verdad muy claro les mostraua,

Aqueste gran señor que les dezia,

A ellos mismos, si notar quisiessen,

Pues sin obra de manos vian todos,

Crecer las miesses, arboles, y plantas,

Marchitarse despues y deshazerse,

Llouer y granizar el alto Cielo,

Y mostrarse despues claro y sereno,

Venir el Sol y luego las Estrellas,

Tener salud el hombre, y en vn punto,

Perderla sin que manos le tocasen,

Cuias obras grandiosas y admirables,

Era razon supiessen y entendiessen,

Eran hechas y obradas todas ellas,

Con sola voluntad, y no otra cosa,

Y que de aquesta suerte, traza y modo,

Este mismo señor, sin mas ayuda,

Auia hecho el Cielo, Sol y Luna,

Estrellas, y los campos y las aguas,

Los pezes, y las aues, y los montes,

Y vna gran suma de Angeles que estauan,

Siruiendole en el Cielo, y à los hombres,

Que auitan en la tierra, y que importaua,

Saber que en todas partes asistia,

Aqueste gran señor, y se mostraua,

Mas dentro de las cosas que criaua,

Que ellas estauan dentro de si mismas,

Sabiendo y penetrando el pensamiento,

Y voluntad que cada qual tenia,

En obrar bien, o mal, y cual camino,

Era aquel que lleuaua, y que cuenta,

Hazia de la ley que no podia,

Negar que la ignoraua, y no supiesse,

Pues todos dicernian y

Qual era malo, o bueno, cuias obras,

En bien o mal, ninguno se escusaua,

De dar estrecha cuenta en la otra vida,

Porque aunque libres Dios a todos hizo,

Para escoger aquello que quisiessen,

A todos les forçò a que alcançasen,

Y juntamente claro conoziessen,

Ser llegado a razon seguir lo bueno,

Y culpa y ceguedad seguir lo malo,

Y por si en la eleccion destas dos cosas,

Alguno discrepase les hazia,

Ciertos de gloria y pena, segun fuesse,

Malo, o bueno, el camino que lleuasen,

Y que por solo aquesto aca en la tierra,

Tenia este señor grandes ministros,

Para que castigasen y premiasen,

A todos los que mal, o bien hiziessen,

Y que pues ellos eran libertados,

Y no estauan sugetos à ninguno,

Que justicia ni ley les enseñase,

Que si en estas dos cosas pretendian,

Ser todos industriados y enseñados,

Que era fuerça que todos libremente,

Diessen su libertad y la obediencia,

A vuestra Real corona, y que entendiesen,

Que à los que bien viuiessen les daria,

En vuestro nombre premios muy honrrosos,

Y que estarian siempre defendidos,

Y de sus enemigos amparados,

Y assimismo tambien aprouechados,

En muchas cosas de importancia grande,

Para el cuerpo y el alma que tenian,

Y que assimismo que era bien supiessen,

Que à los que hiziessen mal, que fin escusa,

Auian de ser todos castigados,

Segun que los delictos cometiessen,

Y que los que vna vez se sugetasen,

Y diessen la obediencia a vuestras leyes,

Que en ninguna manera no podian,

Con pena de la vida hacerse afuera,

Todas aquestas cosas les propuso,

Alli el Gouernador bien declaradas,

Y à todas ellas luego respondieron,

Los baruaros à vna, que gustauan,

De dar la libertad, y sugetarse,

A vuestra Real persona, y que queman,

Dar luego la obediencia de buen grado,

Porque a todos muy bien les parecia,

Lo que el Gouernador les proponia,

Y luego se hizieron y escriuieron,

Publicos instrumentos y escrituras,

A cerca desta causa ya tratada,

Con esto alegre el noble Comissario,

Alli tambien a todos les propuso,

Que dexasen su vil idolatria,

Y adorasen a Christo, Dios y hombre,

Cruzificado, muerto y sepultado,

Por la salud de todo el vniuerso,

A lo qual juntos todos replicaron,

Que quisiessen primero doctrinarlos,

En aquello que assi les proponian,

De aquel hombre mortal passible y muerto,

Y que si bien a todos estuuiesse,

Dexar su ley por recebir aquella,

Que alli les enseñauan y mostrauan,

Que todos con gran gusto lo harian,

Y que si viessen no les combenia,

Que no mandasen que ellos recibiessen,

Cosa que no entendiessen y alcançasen,

Con cuia puerta luego el Comissario,

Sembrò sus Religiosos como Christo,

Sembrò el Apostolado por Prouincias,

Y assi à san Miguel luego le dieron,

La Prouincia de Pécos, a Zamora,

La Prouincia de Quéres, y al gran Lugo,

La Prouincia de Emés, y a Corchado,

La Prouincia de Zía, y al buen Claros,

La Prouincia de Tiguas, y con esto,

Dieron à Fray Christoual la Prouincia,

De aquellos nobles Téguas donde el campo,

Quiso hazer assiento, y alli juntos,

Los soldados à una hizieron fiestas,

Por bien tan inefable y tan grandioso,

Con cuio buen principio sin tardança,

Salio el Gouernador por la Prouincias,

Que estauan lejos, y apartadas destas,

Que assi señor os dieron la obediencia,

Y viendo quan bien todos se rendian,

A vuestra Real justicia, y leyes della,

Al Maese de campo escriuio luego,

Que no bien el Sargento se apease,

De buelta de las vacas, le dixesse,

Que en su lugar quedase gouernando,

Y que el sin detenerse le siguiesse,

Con treinta buenos hombres bien armados,

Porque determinaua yrse breue,

A ver el mar del Sur, y que entretanto,

Que los dos se juntasen, que el queria,

Hazer visita entera de los pueblos,

Que por amigos todos se mostrauan,

Y como es cosa cierta que entre buenos,

No faltan siempre malos que deshazen,

Aquello que los buenos apetecen,

Salio el Gouernador para la fuerça,

De Acoma famosa, cuia gente,

Alborotada toda van tomando,

Las poderosas armas incitados,

Del baruaro mas bajo que tenia,

Aquesta braua fuerça, cuio encanto,

Serà bien que se cante en nueuo canto.